I've got another confession...I fell to temptation. {Elle}

Maykor no era una rata de biblioteca, pero estudiar era una de sus prioridades. Por eso había decidido mudarse de su país natal y mudarse a un país de una cultura totalmente diferente y ligeramente extraña. Había tenido una de sus clases por la mañana, al medio día había almorzado con Dani e ahora se encontraba en su habitación, dentro del apartamento, intentando hacer un trabajo sobre el sistema circulatorio y pulmonar. Pero, al no tener el libro con la información necesaria para completar el maldito trabajo y debía ajorarse, ya que tenía práctica con el equipo de futbol americano. Así que sin mucho pensarlo, decidio ir a la biblioteca. Tomó su móvil y el cuaderno donde estaba haciendo el maldito trabajo, igualmente, se llevo su laptop por si las moscas. Salió de su habitación y luego del mini-departamento.

Caminó por los pasillos con rapidez, sin mirar a nadie y sin pensar parar. Sabiendo que tenía una agenda muy apretada, como para dejar perder minutos importantes que podía aprovechar. Además, que después de la práctica, supuestamente Danielle, quería salir. No tenía nada de malo salir con la que era su novia, pero vamos, a veces quería acostarse a dormir y no preocuparse por nada, pero hoy por la noche esa no sería la ocasión.

Una vez llegó a la biblioteca, entro con cuidado y sin hacer mucho ruido. Que la bibliotecaria no era la señora más amable de este planeta. Con pasos sigilosos, se acomodó en la sección de medicina. Tomando asiento, abriendo su cuaderno y encendiendo su laptop. Analizando que le faltaba para completar el trabajo y poderlo entregar. Una vez supo que le faltaba, se puso de pie y comenzó a caminar entre los estantes buscando el libro que le ayudaría a hacer ese trabajo que lo había dejado sin sueno por unos días y lo hacían ver patético. Con la barba casi creciéndole, una camisa de mangas largas color azul mal abotonada y unas grandes ojeras debajo de esos orbes azules. Tenía más pinta de artista incomprendido a futuro medico.

Ese día Elle empezaba clases, y sin duda era una locura total. Sin embargo era una locura que le gustaba porque a final de cuentas la medicina le parecía muy fascinante, claro que trataba de no verse tan alegre y feliz por el contrario de sus compañeros que lucían cansados y uno que otro parecía estar obligado de estar allí. No lo podía negar, sabia que muchas familia añoraba a un medico entre sus filas, pues era una carrera de renombre, pero mas que gusto... Debías amar la medicina para cursarla. Amar las desveladas, amar el ser despertando a las doce de la noche y amar leer porque eso era sustancial. 

En fin, el profesor de cardiología les había dejado un trabajo sobre las válvulas del corazón, su trabajo, absolutamente todo. "Quiero que sean como Gossip Girl y me traigan todo los chismes posibles sobre las válvulas" dijo el profesor y la clase había reído con él. Ahora, la muchacha Kolter se dirigía andante con todo lo que necesitaba a la biblioteca. No conocía a nadie allí, por lo que eso era una ventaja, no existían distracciones para ella y podría entregar un buen trabajo. 

Entró a la biblioteca en absoluto silencio, mirando a la mujer que no tenía una expresión amable en su rostro, asi que rápidamente dejó su carpeta y la Macbook a un lado de una mesa vacía. Chequeó lo que faltaba y tranquilamente se dirigió a los estantes de medicina, en especifico de cardiología. 

Paseó los dedos por los libros, buscando uno en particular y sonrió cuando por fin lo localizó. Estaba un poco alto y su estatura no ayudaba a la situación. Resopló fastidiaba y giró el rostro con el que se topó hizo que se le olvidara que necesitaba ayuda para sacar el libro. -¿Maykor?- preguntó lo suficientemente alto para que él escuchara pero lo suficientemente discreto para que la bibliotecaria no escuchara y mandara callarlos.

Se movía entre los estantes de libros, mientras sus orbes azules analizaban cada uno de las portadas de estos, buscando el que necesitaba y de vez en cuando, tocando alguno de los libros, como si tocándolos pudiera absorber todo su conocimiento y saber si tenían la información que él quería o no. Lo cual era una idea loca, pero la mayoría de las personas que eran doctores o lo iban a ser en un futuro, estaban locos. Quizás ese era el mismo extraño caso de Maykor. Siguió caminando por los estantes, buscando el maldito libro que necesitaba, pero sin encontrar nada que le fuera de mucha ayuda, sin alejarse demasiado de sus cosas. Que aunque, fuera Harvard, siempre había un idiota que se quería copiar, robar o hacer una broma y Alexander no estaba dispuesto para pasar por ninguna de esas tres cosas en esos momentos. La frustración comenzaba a carcomerle los huesos, no bajaría sus calificaciones por un maldito trabajo, el cual el profesor dijo: “Los buenos estudiantes lo harán sin dificultad.” Y Maykor era un excelente estudiante y se estaba matando en esos momentos, con ganas de arrancarse los cabellos. – Sí, claro, ninguna dificultad. – Bufó para sí mismo y paseando su mirada por la biblioteca.

Y entonces, vio una cabellera dorada que reconocía demasiado bien. Fue como una bofetada mental, cuando vio esos cabellos largos y rubios. Pero, consideraba que tanto cansancio lo estaba haciendo tener sueños de pie y despierto. Descartó la idea, cuando esa joven se giro y le observó directamente a los ojos. El aire escapó de sus pulmones por un momento, cuando la vio. Tan clara como el agua de la playa más cristalina y entonces le llamó, haciendo que Maykor comprendiera que estaba ahí. De verdad…Le tomó unos minutos reaccionar y cuando por fin lo hizo, sacudió la cabeza, riendo. Se le había quedado mirando como un idiota. Sin pensarlo, caminó con rapidez hacia ella. Tomándola de la cintura, en un fuerte, pero cariñoso abrazo y besándole la frente. – Elle, ma petite princesse d'or. – Le murmuró de manera emocionada en su idioma natal y tongoneando a la rubia de un lado a otro. Era su mejor amiga desde que los Prideux le adoptaron. La primera, persona aparte de sus padres adoptivos, en aceptarle completamente. – Aussi belle que jamais. – Comentó, dejando un beso en su mejilla y colocándola en el suelo, soltando el abrazo después de varios minutos. – No esperaba verte aquí. Es una verdadera sorpresa. – Rascó su nuca, ligeramente nervioso. – ¿Cómo estás? ¿Qué estás estudiando? –Preguntó con ese acento francés, bien marcado en sus palabras. Olvidando totalmente su trabajo.

Todo lo que pasó después transcurrió, mas bien, lo sintió en cámara lenta. Slow motion. 

La cara de sorpresa de su mejor amigo, le hizo sonreír ampliamente, incluso creyó reírse pero no estaba segura de eso. El cosquilleo en el estomago y la sensación de estar ligeramente mareada, sin  mencionar su corazón acelerado, desaparecieron en cuanto Maykor la tomó de la cintura. Sus palabras la hicieron estremecer, siempre había pensado que el acento de su amigo era su mayor atractivo, aunque también sus ojos, en realidad todo él era atractivo. Estaba sin aliento y mareada, una vez que la soltó. Probablemente estaba ruborizada y un poco despeinada. 

Asi que una vez que pudo ser dueña de sus acciones, acomodó un mechón de su cabello. -Pues...- sonrió encantadora y desvío la mirada, divertida. -Medicina- explicó con emoción y susurrante, con el temor de que la mujer de la biblioteca los escuchara. -Ya sabes que Medicina forense es lo que siempre quise estudiar.- dijo regresando sus ojos a él. Se mordió el labio inferior un momento, reparando al fin en su apariencia: cansado y con una ligera barba creciente, parecía cansado. -¿Qué hay de ti? Parece que eres una artista frustrado.- señaló con un poco de diversión en la voz y a cruzó de brazos con emoción contenida. Quería saber todo de él y que había pasado con su mejor amigo, aquel chico del que sin duda se había enamorado. 

La sorpresa era verdaderamente grande. Nunca se imagino tenerla ahí delante suyo, poder abrazarla y aspirar su perfume. Después que rompieron y Maykor se tuvo que venir a América, a estudiar, los mejores amigos habían perdido un poco el contacto. Y era algo que no le agradaba al azabache, pues Elle fue la primera amiga y es la primera que le ha durado tanto tiempo. El tiempo ha sido una prueba estúpida para la amistad que el ojiazul tiene con la rubia. Amistad y algo más, porque no se puede negar y Maykor no puede negar. Que a veces siente algo ahí latente por su mejor amiga. Algo que le hace sentir bien, pero que al mismo tiempo le hace sentir mal, puesto que le hace recordar que la rubia fue la que no quiso llegar al siguiente nivel y respetaba su decisión. También, pensaba que su amistad valía más que ‘otras cosas’.

La colocó en el suelo por obligación, no porque quería. Porque si fuera por él, se hubiera quedado pegado a ella como imán y de lo más feliz. Ella tenía un ‘yo no sé qué’, que hacía que al ojiazul se le olvidara hasta el apellido de su familia. Pues, verdaderamente lo ponía mal. Y hasta lo hacia olvidar a cierta chica que era importante en la vida del ojiazul, tanto que costaba cabeza para recordar nombre. Soltó un suspiro y sonrió, intentando contener la alegría, pero era demasiada la emoción que recorría por su cuerpo. Acaricio levemente una mejilla de la chica, pues estaba ruborizada, lo cual le daba un aspecto adorable. Se cruzó de brazos y se concentro en ella, escuchando todo lo que le decía. – Eso suena genial, ma petite princesse. – Susurró sólo para ella, y se acercó a ella, para ‘poder escucharle mejor’. – Debiste tardar un poco convenciendo a tus padres, conociendo lo mucho que te sobreprotegen. – Comentó con una leve sonrisa y no pudo evitar soltar una carcajada ante lo que le dijo. – Ya sabes medicina, también. Aún no me decidio si cardiología o neurocirugía. Así que mis profesores me están dando trabajos demás, a ver si puedo con todo el asunto. – Se encogió de hombros y pasó una mirada por su cabello, a la vez que sentía como la mirada de la bibliotecaria caí sobre ellos.

Sin pensarlo, tomó la mano de Elle. Entrelazando sus dedos con los de su mejor amiga y comenzando a caminar. – Ven. – Sonrió de lado y camino hasta la mesa. Tomando sus cosas y colocándolas debajo de su brazo, mientras caminaba con la chica. Maykor conocía un salón dentro de la misma biblioteca. Algo así como un salón de conferencias. Casi siempre lo dejaban abierto y por lo menos, nadie podría ver que estaban allá dentro. Pues los cristales eran oscuros. – Shshs. – Bromeó, levemente, mientras abría la puerta y la hacia pasar, para luego entrar él. Una vez los dos adentro, cerró la puerta a sus espaldas y dejo sus cosas sobre una mesa ovalada. – Acá podemos hablar mejor. – Comentó ligeramente nervioso y encogiéndose de hombros, tomando asiento en un sofá que había en el salón. – Cuéntame todo lo que ha pasado. – Pidió con una sonrisa y haciéndole espacio sobre el sofá.

Era tan difícil verlo y no sonreír. A veces se preguntaba qué hubiese pasado de haberle dicho que sí, que pasaran al siguiente nivel. Y existían muchas veces que Elle se quería dar de golpes contra la pared. Maykor representaba tantas cosas para ella, que era muy difícil precisar que sentía exactamente por él. "Ya basta Elle, lo estás viendo como una idiota, ¿sabes?" se dijo de forma mental y desvió la mirada un momento, mordiéndose los labios de puro nerviosismo. ¿Nerviosismo? ¿Por haberse reencontrado con su mejor amigo? Pues sí. Elle suspiró un par de veces, llevándose consigo la colonia, abrumadora para Kolter en esos momentos, del muchacho.

Finalmente se separaron y la muchacha pudo pensar con mayor claridad las cosas, pestañeó un par de veces resoplando con fuerza, y arrugando un poco la nariz porque aún sentía la esencia de Maykor en ella. Se relamió un momento los labios y alisó su vestido, que había quedado un poco desacomodado por el abrazo y sacudida de su mejor amigo, y arregló su cabello. No es que le importara que su amigo la despeinara, solo que deseaba verse bien para él. Si sentía calor en las mejillas, este se acentuó mucho más cuando pasó una mano por su mejilla y simplemente allí, como torpe viéndolo. Sonrió por inercia cuando volvió a hablar, y ladeó un poco la cabeza. Siempre le había gustado escucharlo hablar francés... Hacía, si es que era posible, que se viera mejor. Asintió ante su segundo comentario. -Así es, sobretodo con mi padre. Fue difícil la despedida para él, ya sabes como es.- encogió los hombros como resignada a su destino de vivir con unos padres sobreprotectores. -Y te mandan saludos.- agregó esbozando una suave sonrisa. Cuando dijo aquello de también medicina, no pudo evitar sentirse bien, ligeramente egoísta porque ambos estarían viéndose con frecuencia... Quizá haciendo prácticas juntos. No quiso decir nada porque la bibliotecaria los miraba con mal ojo y aquello era bastante incómodo.

Al parecer, Maykor también se había dado cuenta, así que también le tomó la mano permitiendo que sus manos se entrelazaran, sintiendo cosquillas en los costados por aquel gesto aunque lo disimuló lo mejor que pudo. También tomó sus cosas con el brazo libre y siguió al joven soltando una risilla, sintiéndose de nuevo con diez años y jugando con el azabache de ojos azules a esconderse de sus padres. Entró en lo que parecía ser un salón o una sala de conferencias, mirando la mesa ovalada y los sillones también. Dejó sus cosas en la mesa al igual que Maykor y se sentó a su lado escuchándolo. Se tomó su tiempo para pensar qué decirle. -Te extrañé.- fue lo primero que soltó y después se dio cuenta que no podía dejarlo nada más así. -Y las cosas se pusieron muy aburridas cuando te fuiste. Dejé de salir, y me enfrasqué en los estudios.- murmuró mirando su regazo un momento y después a los cristales oscuros. -Cuando me enteré de que venías aquí a estudiar estuvo fregando a mis padres, día y noche para que me dejaran venir. Y lo logré.- dijo con orgullo y sonriendo, enfocándose en él. -¿Y tú? ¿Qué hay de ti?