Ticket to Heaven - N. Vita Kuznetsov +18

Horario después de clases, cuando la tarde extinguía sus últimos rayos de luz, y la noche se hacia presente, era cuando todos se dirigían a sus hogares o sus habitaciones en el Campus. Y personas como yo a sus respectivos lugares, pero esta vez seria distinto, unas horas extras no caerían mal en mi expediente personal.

Acomode un par de archivos dentro de mi escritorio, cerré las cortinas y baje un poco la intensa y usual luz que siempre había en mi despacho.
Estaba disfrutando esto, el ser director, me daba una perspectiva completamente nueva, ademas de cierta independencia en muchos sentidos... Era como un niño en una tienda de dulces, solo que mis manos no se veían detenidas por ningún dueño al ver que no poseía dinero para costearlas.
Sonreí, sentado en mi sillón, a la espera de aquella persona que seguramente en cualquier momento tocaría a mi puerta... Pasados unos minutos, y luego de revisar que en mi bar hallan bebidas y hielo, la puerta sonó, y con un simple -Adelante- di la orden de entrar.

Observe a Vita de arriba a abajo fugazmente, mientras me levantaba de mi asiento para acercarme a ella con una sonrisa particular.

-Por supuesto... Sabes, alguien me ha comentado que tu has estado tomando ciertos alucinógenos y compartiendo ciertas situaciones subidas de tono con un profesional del lugar...- Le dije, mientras apoyaba mis manos en su cintura y posaba mis ojos en los tan hipnóticos suyos. -Pero claro, eso no sucedería verdad... Digo, que clase de Director amargado y aburrido haría eso?- Sonreí nuevamente y acerque mi rostro al suyo, besando la comisura de sus labios, alejándome luego hacia el centro de mi despacho.

Era esto correcto acaso? No. Importaba? No! Por supuesto que no... Simplemente cuando se me ofreció el puesto pensé "Lex, estas a punto de cometer el mejor y mas grave de los errores en tu vida. Seras el director mas inmoral que exista" y al diablo, la vida estaba para vivirla, no iba a desperdiciar de esta manera la oportunidad de continuar mi legado en esta institución.

Voltee mi persona hacia ella, observándola detenidamente, y extendiendo mi mano, le hice un ademan de que se acerque mas, que se adentre a lo que ahora mismo era mi propio cielo, lejos de reglas y prohibiciones.

Esboce una sonrisa de lado, observando atentamente su pavoneo por mi oficina, hasta sentarse en mi escritorio.

-Por supuesto, quizás una o dos cosas, luego, sera el destino quien nos de sendero...- Acaricie su rostro, dejando un leve pellizco en su mejilla, luego me di vuelta nuevamente, sintiendo como sus ojos se clavaban en mi, acercándome al bar que secretamente había ubicado allí. -Quieres algo para beber?- Le pregunte, girando mi rostro para verla con atención.

Las cosas se habían dado de una forma extrañamente interesante, esa noche si que sería digna de recordar, y repetir quizás... Mis planes, si seguían curso, incluirían una de las mejores cosas que he podido conseguir hasta el momento... Mi escritorio, segunda gaveta, un estuche plateado... Allí se hallaban las mejores sustancias, o por lo menos una pequeña porción de las que realmente poseía... Todo a su tiempo, pensé para mi mismo, mientras aun esperaba la respuesta de ella.

Asentí con mi mirada, y tome una botella del Vodka ruso que había adquirido la semana pasada, aun sin abrir, rompí la traba de plástico, y destape aquella botella, el cual su delicioso contenido con ese aroma tan particular invadió mi nariz. Tome dos vasos, les introduje hielo y luego, por ultimo, el vodka. Apoye la botella en la pequeña barra superior, y volviendo hacia ella con mi vista clavada en sus ojos le entregue el vaso.

-No puedo quejarme... Prácticamente tengo todo lo que he deseado en mis años de alumno aquí.- Una sonrisa altanera curvo mis labios, y el regocijo total se hizo presente en mi, era simplemente perfecto, todo lo que una vez fue castigado, ahora mismo podía hacerlo posible... Y claro, quien se quejaría? El alumno que presente una queja por que fuman marihuana en las habitaciones o alguna otra idiotez, merecería que le den una golpiza.

-Zdorovʹya!- Dije para nosotros dos, alzando el vaso en señal de brindis. Sabía que me comprendería, después de todo, su apellido no era precisamente americano, y su parentesco con el ministro ruso no pasaba desapercibido por mi persona.

Sonreí de lado, observando como ese par de labios se humedecían por la fuerte bebida. Tome un gran sorbo de mi vaso, tragándolo, sintiendo como esa flama interna se encendía a su paso, quemando aquellos pocos sentidos morales que poseía, dejando que mi naturaleza aflore en mi piel y se haga presente.

Volví a beber el ultimo sorbo, dejando que las ultimas gotas pasen por mi lengua, enfurecidas, deseosas de acabar con mis recaudos y lanzarme a la tentación directa.
Deje el vaso en mi escritorio, y me acerque prácticamente lo mas que pude a ella, dejando un mínimo espacio entre nuestros cuerpos, tome su rostro y le di un profundo beso, saboreando por ultimo sus labios con mi lengua, sintiendo ese agradable sabor a vodka que aun perduraba en ellos.

No se perdió de vista ninguno de sus movimientos. Vio cómo se bebía el contenido incoloro de su vaso sin despegar sus ojos de ella misma, vio cómo dejaba la copa ya vacía sobre el escritorio, observó cómo se acercaba a su delgada figura y se pegaba a ella, para luego unir sus labios con los suyos. Sintió la profundidad de ese beso, la intensidad de sus labios demandantes, saboreando los restos de la bebida alcohólica que hasta unos segundos atrás invadían su cavidad bucal. Sonrió en sus labios correspondiendo su beso siendo un poco más intensa en sus movimientos, dejando su vaso a medio vaciar a un lado para poder llevar una de sus manos hacia su nuca y así pegarlo un poco más contra su pequeño cuerpo. Sabía que el director se mantenía en forma, además de ser algo más que obvio. Y aquella noche lo comprobaría por sí misma.

Mordisqueó sus labios y con la excusa de tomar una bocanada de oxígeno bajó hasta su cuello, donde recorrió su piel con un pequeño, lento y tortuoso camino de besos desde su clavícula hasta el lóbulo de su oreja. Tironeó un poco de él y dejó que sus manos se colaran por su ropa, pudiendo verificar por fin el estado de su vientre. Ahora sí, la mujer que no sucumbiera a sus encantos era homosexual o una frígida.

Sus ahora liberadas manos, tomaron mi cabeza y me obligaron a romper ese pequeño espacio que nos separaba, sintiendo todo su cuerpo contra el mio, toda esa calidez entre nosotros, su respiración y sus latidos contra mi pecho.
Pude sentir como sus labios y dientes se hacían un peligroso y tentador camino a través de mi cuello, dejando en cada contacto una infernal sensación de placer que enloquecía cada vez mas a mi inmoral ser. Sus habilidosas manos se filtraron a través de mi camisa, sintiendo la firmeza de mis abdominales... Estaba chequeandome? Aquello me hizo esbozar una leve sonrisa, mientras con mis manos hacia lo propio bajo la remera de ella, sintiendo esa tallada figura entre mis manos, deleitándome a cada roce, subiendo de a poco, con intenciones mas que notorias de arrancarle la ropa. Y, efectivamente, eso hice, dejando que su remera vuele por los aires, bajando ahora por su descubierto y provocador pecho, no sin antes detenerme un poco en su cuello, dejando suaves mordidas, saboreando con mi lengua esa intensa mezcla de perfume y pasión humana.

Una carcajada sale de sus labios cuando su prenda vuela por los aires. Era más que evidente que se encontraban en desventaja en cuanto a ropa se referían. Un pequeño suspiro se escapó de sus labios cuando sintió aquellas mordidas en la piel de su cuello y decidió que era momento para quitar aquella diferencia entre ellos. Mientras él se ocupaba de su cuello, Vita desabrochó con dedos habiles la camisa del director de la universidad para luego tirarla por allí. Rodeó con sus piernas su cintura, y llenó de besos su pecho dejando que su aroma masculino la invadiera por completo. Se dejó atontar por unos momentos, disfrutando de las sensaciones que la invadían en aquel instante y cuando recobró sus sentidos, dejo que su lengua degustara el sabor de la piel de su pecho, con mucha lentitud.

Sujete a Vita por detrás, haciendo que se siente en mi escritorio, mientras mi lengua bajaba por su cuerpo, mis manos se encargaban de aflojar sus botones y cierre del Jean, el cual, tomado con firmeza por ellas, salió despedido, luego de que sus zapatillas lo hicieran también. Recorrí sus piernas con mis manos, arrodillándome, saboreando cada minúsculo espacio con mi lengua, llegando al lugar deseado... Abrí sus piernas, y corriendo su ropa interior, comencé a proporcionarle unas suaves y cálidas lamidas en su clítoris y labios, succionando un poco, haciendo que la sensación se torne irresistible para ella, ahogando el ambiente en sus gemidos, dejando que simplemente la lujuria condene ese lugar y nos haga vivir una de las mejores noches.