Rodando {Amy Hye}

Eso de madrugar no era lo suyo, nunca lo había sido, prefería mil veces trasnochar e ir de empalmada a clase que tener que levantarse a las cinco de la mañana; sin embargo aquello no lo podía hacer todos los días y la mayor parte del tiempo se la pasaba refunfuñando y soltando todo su repertorio de tacos hacia quien inventó el despertador. Pero aquel día era diferente, era de los que Sansa llegaba jodidamente despeinada de la discoteca, con los zapatos de la mano y el mismo equilibrio que puede tener un marinero después de pasar seis años en alta mar.

Había decidido ir por el césped porque así se ahorraría pisar descalza sobre el cemento, además, se sentía fresquito de aquella forma. Y sin darse cuenta había tropezado con sus propios pies y rodaba lentamente por la pequeña cuesta que había hasta que se detuvo y se puso a reír a tal volumen que de haber estado un poco menos perjudicada por la fiesta y el cansancio se habría dado cuenta de que la podrían escuchar hasta en su pueblo natal.

Seguía riéndose, pero se había incorporado un poco, quedando espatarrada en el suelo, sin preocuparse de que sentada de aquella manera la falda se le había subido demasiado y se podían ver sus bragas sin demasiado esfuerzo, y, aunque se hubiera preocupado a aquellas horas no la podría ver nadie, todos debían de estar dormidos. Para completar el panorama, Sansa no traía buenos pelos, pero con la caída se había despeinado por completo, haciendo que su cabello pelirrojo se asemejase más al de un león que al de una persona.

Los labios de Sansa se abrieron en forma de O cuando se percató, más que nada por la acción que había tenido aquella persona con ella que por otra cosa, de que cuando se había caído se había llevado a gente de por medio. Estaba sorprendida por la reacción que aquella chica había tenido y sin poder evitarlo debido a que aún estaba bajo los efectos del alcohol se puso a reír — No hace falta que hagas eso — su lengua se trababa en todo momento e intentó, sin ningún resultado, separarse de ella y levantarse por su propia cuenta — Estoy bien — afirmó a la par que asentía la cabeza de una forma un tanto enérgica, de tal modo que sintió como se mareaba un poco y daba unos pasos hacia adelante y hacia atrás hasta volver a recuperar el equilibrio.

Por norma general, la pelirroja no habría preguntado nada, pero en aquel momento las palabras salían despedidas de su boca sin poder controlarlas y cuando estaba borracha hablaba siempre más de la cuenta — Tú no estabas en la fiesta — simplemente por la ropa que llevaba se había dado cuenta, y para demostrarlo Sansa señalaba la ropa que llevaba puesta y luego la suya — ¿Estás bien? — no estaba segura de si lo preguntaba porque había notado que ella también se había caído, y dentro de que era ella también se preocupaba por los demás aunque solo fuese mínimamente, o por no haber ido a la fiesta. Para alguien como ella, no ir a una fiesta era algo similar a atropellar a un cachorro de Husky. Una crueldad.

La verdad era que no le gustaba demasiado que la gente se disculpase tanto, menos cuando ella no contaba con el control total de su cuerpo y sabía que era bastante probable que hubiera sido más culpa suya que de la otra chica. Así que frunció un poco el ceño y movió la mano para quitarle importancia, si ella seguía disculpándose al final acabaría por mandarla a la mierda y también regalándola algún gesto obsceno, como un corte de mangas, antes de desaparecer camino a su dormitorio — No creo que fuera tu culpa — palabras mágicas las que decía la pelirroja en aquel momento. Para ella, "no creo que fuera tu culpa" era algo así como pedir disculpas porque creía que había tenido más que ver ella en la caída que la otra chica, sin embargo nunca aceptaría eso. Así que se limitaba a decir algo ligeramente similar.

La noruega soltó una carcajada al escuchar lo que aquella chica tenía y que decir y sin darse cuenta la había dicho que ella se encargaría de sacarla de fiesta algún otro día, pero se lo había dicho en noruego, por lo que suponía que no debía de haberse enterado de nada — Si las fiestas no son lo tuyo tendré que hacer que eso cambie — dijo, esta vez en inglés. La verdad era que no podía ver con buenos ojos que alguien con edad de divertirse se limitase a estar encerrada en su cuarto estudiando o algo así. Además, debido a la euforia que le causaba el alcohol en la sangre pasó un brazo por sus hombros, como si fueran amigas de toda la vida y la sonrió de oreja a oreja, con un brillo algo pícaro en sus ojos al pensar en lo que podría hacer con aquella chica que por sus palabras parecía que no estaba acostumbrada a salir de fiesta — ¿Qué me dices? — un par de palmadas en su espalda para intentar transmitirle que ella podría ayudarla para salir algún día y divertirse acompañaron a su pregunta.