Compartamos viejos recuerdos {Neîv}

Mi hermano había estado un poco triste, y algo como confundido a mi parecer bebiendo de más y cansado de todo, eso no me agradaba en lo particular, me daba como tristeza a mi también aun sabiendo que él era mi todo, era lo unico que tenia en este mundo me ponía melancólica verlo así, con ese motivo decidí hacerle una visita una donde veríamos películas, comeríamos palomitas y nos echaríamos en la cama a hacer nada. Aunque tuviera cosas que hacer si estaba con ese animo sabía yo que no las iba a hacer así que mejor que pasara el tiempo conmigo que con una botella en la mano.

Temprano me aliste para ir a su departamento meramente a escondidas, aunque no creo que hubiera problemas, soy su hermana pequeña y no romperíamos ninguna regla, estaría solo ya que no habían ocupado ninguna de las habitaciones que el debía compartir, tome las películas que habia rentado el dia anterior para ver, dinero que después pediríamos algo para comer, unos sobres de palomitas que se hacian en el microondas y refrescos, si refrescos no llevaria alcohol al departamento de mi hermano si es lo que estoy evitando, aunque quiera no lo voy a hacer igual soy menor y es ilegal que tome de eso. Me puse mi sombrero favorito, uno que él me habia regalado color negro me lo puse en mi cabeza, pinte mis labios color rojo como siempre y puse mi bolso al hombro para salir a su encuentro.

Luego de un rato llegue a los departamentos de los hombres, no estaban muy lejos del de las chicas, incluso había menos vigilancia que el de las chicas por lo tanto pude entrar mas fácilmente, busque su habitación me había dicho que vivía como en el ultimo del segundo piso y ahí fue donde toque. Espere a que saliera a abrirme pero no lo hizo, volví a llamar a la puerta y esta vez toque más fuerte llamando su nombre -Neîv soy yo... Erin abre la puerta por favor - con esto me mordí el labio esperando a que abriera, con las latas de refresco en la mano y en mi hombro mi bolso con las películas mire hacia el pasillo cruzando los dedos por qué no me atraparan y me regañaran.

No se encontraba en la mejor etapa de su vida, para qué mentir. Los días se sucedían unos a otros con tantos recuerdos que Neîvak necesitaba que su mente desconectase. Y, a parte de los ansiolíticos y antidepresivos que debía tomarse, hacía uso del alcohol. Ya fuese solo o acompañado, siempre que podía bebía para, como decía el dicho popular, olvidar sus penas. Las cuales, precisamente, no eran pocas.

No sabía hacía cuánto no salía de la habitación. Quizá dos días. Antes había pasado por el supermercado para coger algo con lo que alimentarse, así que no había tenido la necesidad de ver nada más que aquellas cuatro paredes. Abrió los ojos, casi ya consciente. Estaba tumbado bocabajo en su cama y una de sus manos colgaba por el costado del inmueble, sujetando por la boquilla una botella de lo que parecía ser ron. La habitación olía a cerrado y a alcohol, así que, haciendo un esfuerzo sobrenatural, se levantó de la cama para levantar la persiana y abrir de par en par la ventana. La luz del sol lo cegó y entrecerró los ojos. Se frotó estos con los dorsos de ambas manos y se dirigió de nuevo hacia la cama. Se tiró de nuevo en ella, cogiendo esta vez el iPod de su mesilla. Se colocó los cascos y encendió el reproductor, dejando que la música inundase su mente.

Le pareció oír que tocaban a la puerta, pero no estaba demasiado seguro. Paró la música para prestar más atención y entonces escuchó la voz de su hermana al otro lado. Volvió a levantarse, casi refufuñando. Tan sólo llevaba puestos unos bóxer, pero su hermana le había visto infinidad de veces vestido de ese modo, así que ni se molestó en cambiarse. Se acercó a la puerta, quitó el seguro y la abrió. Observó a su hermana todavía algo adormilado y con dolor de cabeza por la resaca. Se percató de que llevaba puesto el gorro que él le había regalado tiempo atrás, y luego en la mano llevaba unos refrescos. Pensó en cerveza -justo lo que necesitaba-, pero no lo eran. Alzó las cejas, sin comprender. Se hizo a un lado en el marco de la puerta para que pudiese pasar.

-¿Qué sucede, pequeña? ¿Ha pasado algo? -Preguntó, sin comprender demasiado bien por qué se encontraba su adorada hermana allí.

Espere a que mi hermano abriera la puerta para poder estar un tiempo con él, solo queria asegurarme de que estuviera bien y no se si tenia algo que hacer como, tareas que se preocupara por ellas y yo acearia su departamento, haria lavanderia o lo que necesitara queria ayduarlo un poco con aquello que traia mal, suspire esperando a que me abriera y cuando lo vi andaba en... boxers. Sonrei aun asi viendolo de pies a cabeza aun despeinado, se veia adormilado no sabria explicarlo.

Le di la soda y levante los hombros- Vine a verte, a ver en que puedo ayudarte pasar un momento contigo- mire el departamento, pero mi hermano no me dejo ver mucho ya que la estatura de mi hermano era demaciada y no me dejaba ver pero aun así me pare de puntitas para lograr visualizar algo, eso fue en vano. Asi que volvi mi mirada a él y le señale con mi dedo indice de la mano derecha que traia algo ahi.- Traego peliculas para ver, palomitas y dinero para pedir algunas pizas y alitas, solo tu y yo.- di un paso para adelante para saber si me dejaria pasar - ¿puedo?

Le pregunte mirandole a los ojos, no queria que se alejara y dijera que tenia otra cosa que hacer si podia oler claramente el aroma del alcohol por ahi. Suspire ladeando la cabeza y me quite el sombrero, movi mis pestañas y tal vez así de una manera tierna me dejaria pasar.

Volvió a restregarse los ojos con el dorso de una mano. Tenía ganas de volverse a la cama de nuevo, enterrarse entre las sábanas y perderse en la bendita inconsciencia que el alcohol producía. Necesitaba un momento de descanso sin sueños que le atormentasen. Tampoco era mucho pedir, según su parecer. Pero podía ver la preocupación en los brillantes ojos de su hermana, y por la forma en que lo miró no podría negarse ni aunque quisiese. La tenía en alta estima, era lo único que le quedaba en aquella vida... no tenía a nadie más que a ella. Sus tíos jamás podrían sustituir a sus padres, ellos eran irreemplazables, y aunque les tenía cariño, nunca contaría con ellos al cien por cien. Erin lo era todo para él, era el pilar sobre el que su vida se sujetaba. Y si la tenía a ella, no necesitaba a nadie más. Se conformaba con tenerla a su lado.

Compuso una sonrisa ladina, dejando caer la botella de ron a un lado de la puerta. Acarició la mejilla de su hermana con el pulgar y finalmente la dejó pasar a la habitación, sujetando en la otra mano el refresco que le había dado. Se llevó la mano libre a la nuca e hizo una mueca.

-Sé que parece haber pasado una estampida por la habitación... Lo siento. Yo y el orden no nos llevamos bien. -Se disculpó por el calamitoso estado de su cuarto. Había ropa tirada por el escritorio, la silla y el suelo, junto con botellas de ron y cerveza. No debía de estar dándole buena imagen a su hermana pequeña-. Esto es un desastre... No puedo recibir visitas con todo esto patas arriba. -Alzó los brazos para abarcar la habitación y luego rió. Abrió el refresco que Erin le había dado y le dio un trago. No le vendría mal que su cuerpo se limpiase con algo que no fuese alcohol.