Relax {Libre}

Comer y dormir, si por ella dependiera volvería con gusto a la vida del infante para dedicarse en exclusiva a aquellos dos placeres que la vida podía ofertar. Claro que a esas edades había cosas bastante más interesantes que se suponía que no debía de hacer, era más se suponía que ni siquiera debería de saber, y precisamente por una de ellas había acabado ahí, metida en el bosque y con ganas de atizarle a los pinos. Si ya le decía su madre que fumar no era bueno.

Lo cierto era que había acabado ahí porque no encontraba otro sitio mejor donde relajarse y abstraerse del mundo durante un pequeño lapso de tiempo. Sansa no era de las personas que se veían deprimidas o con cara de tener problemas en ningún momento, y no estaba por la labor de que alguien más aparte de ella misma la viera pensando en sus cosas y quieta. Por eso había acabado allí con el pitillo entre las manos, sintiendo cómo el humo inundaba sus pulmones para después dejar esa sensación de paz que en momentos como aquellos tan bien le sentaban.

Se deslizó lentamente por el tronco de un árbol hasta llegar al suelo y se acomodó como mejor supo mientras se ponía a juguetear con uno de esos mechones rojo fuego que tanto solían llamar la atención. Era un jodido semáforo la mayor parte del tiempo, si alguien la buscaba era fácil dar con ella por culpa de su pelo, y aún así, tenía que aceptar que le encantaba.

Llevó el pitillo de nuevo a sus labios y pegó una última calada antes de apagarlo en el suelo y enterrarlo mínimamente en la tierra. Después de aquellos minutos sentada parecía que todo estaba mucho más claro, a pesar de que llevaba poco tiempo fuera de casa no podía evitar echar de menos a sus padres y hermanos. Sí, los llamaba de vez en cuando, pero no era lo mismo, no podía dar palizas a su hermano mayor jugando a la play o molestar a su hermana cada vez que se plantaba frente al espejo y se tiraba horas ahí, mirándose.

Escuchó un ruido, y luego otro, y otro. Sansa sabía que estaba en el bosque, por lo que allí podría haber cualquier cosa, así que se levantó rápidamente y miró a todas partes, sin embargo no pudo ver nada. Se encogió de hombros y guardó las manos en los bolsillos del pantalón vaquero que llevaba aquel día. Ya era hora de salir de allí y volver al mundo real. Inspiró hondo y en un par de segundos cambió un rostro serio a uno un poco más alegre.

Estaba ya cerca del final del bosque cuando escuchó una voz llamando a alguien. No tenía nada mejor que hacer, así que decidió que podría buscar a aquella chica que gritaba el nombre de Chad. Seguramente sería un perro que se había ido más lejos de lo esperado, y de ser así podría echar una mano. Conseguir llegar hasta donde estaba la chica fue casi como una misión imposible, aún así la encontró siguiendo llamando al animal — ¿Perro perdido? — preguntó mientras avanzaba hacia a ella tranquilamente.