Cosas que no suceden todos los días [Nicole Anderson, Josh Wilson] (¡Danger!)

Aquel día había decidido llegar temprano hasta el aula donde su colega Nicole impartía clases. Usualmente no solía pasarse por los salones si no era el suyo, pero es que vamos.. le debía una disculpa. Sí, es que primer día de conocerla y besarla apasionadamente, bueno... no había sido muy buena idea. No era el más caballeroso de los hombres y, de ser otra chica la que estuviese implicada no le importaría. Era Nicole, una mujer demasiado atractiva como para pasar de ella y tacharla de la lista. No, no podía ignorarla así como así. Rompiendo por completo el protocolo de actitud que se había trazado con las chicas, decidió que actuaría como alguien que no era casi nunca: un buen tipo y un hombre galante que reconocería su error y trataría de enmendarlo, a ver que conseguía. Dentro del salón, la esperaba pacientemente mientras sostenía en su mano un ramo de rosas rojas, un incentivo más para que ella le perdonase sin tantos reproches. -Hola Nicole.-Dijo, nada más verla llegar, extendiendo a ella el arreglo floral que le llevaba. -Es para ti, por lo del otro día.-Sonrió apenas, esperando su reacción.

-Pues que raro que tus manos sean como las de todo el mundo y a mí me parezcan que tienes un tacto como el de los mismos ángeles a pesar de que nunca haya muerto como para ir al cielo. Pero creo que estoy ante la presencia de un ser celestial que va a curar mis heridas. Al parecer he sido bastante bueno con mis acciones. Eso o la navidad me ha llegado por adelantado-Murmuró, bromeando con ella solo para hacer menos serio este momento. Estaba nervioso, a decir verdad; los hospitales no le molestaban en absoluto, pero no le agradaba tampoco tener que visitarlos. Bueno, ni siquiera una pequeña enfermería... -No, no me duele... te lo dije, tienes unas manos divinas. Podría soportarlo todo si esta es la recompensa.-Le dije, sonriendo.

Sonrió levemente al escuchar sus palabras y la miró con ternura. -Esa era la intención.-Bueno, en realidad no... él había querido solo halagarla con un cumplido por lo que había hecho por él, pero era ella quien se había quedado sin palabras. Y bueno, al menos había conseguido agradarle aún más actuando caballerosamente y no como el patán que solía ser a veces. -Venga, que solo he dicho la verdad... pero ¿sabes? En Rusia una vez que terminan las curaciones y el paciente se ha portado bien, les regalan un caramelo. Pero, como yo ya soy grande merezco un beso ¿no crees? Uno de verdad.-Le dijo, riendo por lo bajo. Ya se sentía mejor porque las heridas no eran demasiado obvias ya y el labio al menos no le había quedado inflamado ni nada por el estilo.

Apropiándose poco a poco del control de la situación, continuó besándola de manera apasionada pero suave a la vez. El jugueteo de sus lenguas era sincronizado con cada movimiento de las mismas, encajando a la perfección. La verdad era que se sentía bien besarla pues sus labios le proporcionaban una calidez indescriptible y su sabor era realmente grandioso. Iba a separarse para dejarla respirar pero esas caricias en su cuello le indicaban que ella no deseaba apartarse en absoluto, sino continuar; aferrándola por la espalda hacia su cuerpo, la sostuvo enredando los dedos en su cabello y siguió besándola, sin detenerse a pensar en las consecuencias o en sí esto estaba mal. Solo tenía en claro una cosa: Nicole le gustaba bastante y con esto, estaba demostrándoselo.