CUMPLEAÑOS DE DANY[INVITADOS UNICAMENTE|]|

Me quedé mirándolo a los ojos, un poco perdida en ellos, sacudí la cabeza y le di otro trago a mi bebida. Alcé una ceja ante su respuesta, la cual me alivió un poco - Ya, has pensado lo mismo que yo - susurré. Me relajaba saber que no se llevaban bien porque eso me hubiese confundido demasiado y también me hubiese dolido, ya que no hubiese podido soportar la idea de que Neîvak sintiese cariño por mi hermano y a mí me odiase, eso me habría destrozado por completo.

Me aparté el pelo del rostro y me quedé mirándolo, no sabía muy bien que hacer, solo sabía que quería estar con él y que la otra vez me había equivocado al comportarme de esa forma, tal vez él si que me quería aunque en esos momentos me daba la sensación de que solamente me odiaba. Podía notar que le desagradaba la idea de tenerme cerca y eso me dolía, sabía que no tenía derecho a sentirme mal por eso pero no podía evitarlo.

Fui a responder a sus palabras, estaba decidida a ser sincera pero no pude porque mi hermano se acercó a Neîvak y lo alejó de mí. No pude evitar asustarme, estaba totalmente bloqueada y me quedé quieta en mi sitio, mirando como ellos discutían. Vi como Olivia cogía a mi hermano, sabía que yo tenía que haber hecho algo pero me había quedado helada. Neîvak se fue, y yo solamente me quedé mirándolo, oí las palabras del director y entonces reaccioné - Ya voy yo - dije y fui a la salida. Vi la copa rota de él y me di prisa, corría hacia él y me puse delante suyo - Neîvak siento lo de la otra vez, de verdad - le dije con total sinceridad. Me acerqué a él y le toqué la cara, no pude evitar temblar porque me daba miedo su reacción - No estás bien - afirmé, había bebido demasiado y lo sucedido con mi hermano unido a que yo me hubiese acercado lo habían cabreado. Lo miré con preocupación, no sabía muy bien que hacer y estaba asustada de su reacción, de que me gritase o que me tratase con frialdad, lo cual era aún peor. Pero lo que más me asustaba era lo que sabía que sentía por él, acababa de darme cuenta y estaba gritándome mentalmente por ello, era débil, demasiado débil.

Su madre estaría orgullosa de su autocontrol, pese a lo que la maligna voz de su interior le dijese. Había acudido al restaurante por el infantil impulso de que eso fuese un reto, pero ahora entendía que no debería haber puesto un pie sobre ese suelo. ¿Qué esperaba de todo aquello? Había sido una estupidez; presumía de pensar antes de actuar, pero en dicho caso había actuado antes de pensar. Se reprendió mentalmente por ello, incluso borracho se daba cuenta de sus errores. Debería haber aceptado la invitación de algunos amigos de clase e ir de copas con ellos a los garitos cercanos, habría sido mucho más entretenido y menos tenso.

Caminó con paso firme y decidido, con la espalda rígida y aventando su mirada en todas direcciones. Localizar su coche negro en plena noche era una locura; debería habérselo comprado amarillo fosforescente, así no tendría ningún problema. Pero no... Desde la muerte de sus familiares, había cogido el Porsche Carrera GT de su padre como propio; conducir ese coche le una daba seguridad infinita. Pero seguía sin verlo, así que vagó entre las calles del aparcamiento, buscándolo.

Entonces vio a June en su campo de visión, frente a él. Neîvak arqueó una ceja y, sin pensarlo, retrocedió un paso, interponiendo espacio entre ellos. No por miedo, sino por costumbre. La midió con la mirada, sin tener ni idea de por qué se encontraba allí. Él estaba enfadado con ella, con su hermano, con la música de la fiesta... Con todo en general, con la vida. No era buen momento para seguir con la conversación que habían empezado. Su rostro ceñudo pasó a uno de desconcierto ante sus disculpas. Ah, así que lo sentía por lo que sucedió en los jardines... "No te ablandes, maldito bastardo, ya has visto lo que ha pasado ahí dentro", gruñó su voz interna; Neîvak volvió a atizarle con un bate a la voz para que callase. Necesitaba pensar con claridad, la ligera brisa soplando le ayudaba a reorganizar sus ideas.

-No hay nada que sentir. Dijiste lo que pensabas. -Murmuró entre dientes.

Los nervios empezaron a reverberar con angustia en su interior cuando la vio alzar la mano. En un nanosegundo dedujo que se la llevaría a su propio pelo, pero en absoluto predijo que le acariciase el rostro a él. Sus ojos se abrieron con cierto asombro, al tiempo que sus mandíbulas apretaban haciendo rechinar sus dientes. Quería y no quería que le tocase. La parte que quería ganó y fue la que le obligó a permanecer estático en su sitio. La preocupación que vio teñida en sus ojos le inspiró desconfianza. Primero le desdeñaba, luego en la fiesta de su hermano buscaba un enfrentamiento y ahora esto... Diantres, ¿tenía que ser tan complicado?

-Estoy bien. Necesito más alcohol para que me afecte; puedo conducir. -Masculló débilmente, sabedor de que en realidad borracho sí que estaba. Debía admitir que al contacto de ella se había relajado, estaba más sumiso y menos enfadado-. Puedo conducir -volvió a repetir con más seguridad, aunque sus ojos se desviaron para revisar los coches- cuando encuentre mi coche. -Admitió a regañadientes, mientras la voz que antes había acallado le murmuraba, esta vez con más cautela, que no tenía que darle explicaciones.

Pese a todo, no quería hacerle daño. Podía intuir la vulnerabilidad de June, sabía que si se apartaba con brusquedad podría sentarle mal -aunque no entendería el motivo-, pero su instinto le instaba a que se apartase. Demonios, sólo podía dejarle tocar a su hermana, y excepcionalmente las veces que tenía sexo... Los demás contactos le desagradaban demasiado, traían amargos recuerdos a su mente. Pero ahí estaba, con la mano de June en su mejilla, sin sentirse asqueado, como normalmente le sucedía. Aun así, con una trémula y débil sonrisa, alzó su propia mano para apartar con suavidad la de ella, por pura costumbre. El tacto le resultó escalofriantemente agradable, incluso por un segundo se permitió acariciar la piel de ella con el pulgar mientras bajaba su mano. Entonces retrocedió otro paso, transmitiéndole con la mirada y una media sonrisa alentadora -esperaba- que no podía aguantar tanta cercanía, no con ella, sino con casi nadie. "Haz algo por una vez en tu vida, Neîkherst", esa frase musitada por su hermano le vino a la cabeza. Reprimió con éxito una sonrisa nostálgica y miró a June, perdiendo la dureza de sus ojos.

-Si eso era todo lo que tenías que decirme... -dijo en voz baja, su tono calmado y relajado, sin frialdad- acepto tus disculpas. -Se encogió de hombros y volvió a mirar a su alrededor, buscando su maldito coche.

Entonces escuchó de nuevo la voz de Dany, éste acercándose. Inevitablemente puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza. Simplemente ignoró el comentario acerca de su hermana, sabía que Erin jamás se acostaría con él, aunque más le costó el de sobre su familia.

-Dany, vete dentro, disfruta de tu fiesta. No me interesa discutir contigo, no ahora -Comentó con severidad y cierta calma, mirándolo fijamente. Ahora no tenía ganas de pelear-. Y no vuelvas a mencionar a mi familia con tu sucia lengua.

Me sentía como una niña asustada, débil y demasiado sensible, eso no me gustaba nada pero no podía evitar sentirme de ese modo al estar con él. Me quedé callada y simplemente lo miré, ladeé la cabeza al ver su asombro cuando le toqué la cara. Rodé los ojos y lo miré mal - No estás para conducir y no te voy a dejar hacerlo - le dije con tono severo, no iba a permitir que hiciera algo tan peligroso, me daba igual lo que tuviese que hacer para que no se hiciese daño.

Me quedé paralizada cuando apartó mi mano de su rostro, no me sorprendía pero me dolía, lo que no me esperaba era la leve caricia que me dio. Me estremecí un poco por el contacto y no pude evitar sonreír aunque solo fue durante un segundo. Al ver sus gestos y al escuchar que aceptaba mis disculpas no pude evitar que se me humedecieran los ojos, me dolía estar así con él y no podía resistir algo así.

Iba a hablar pero entonces apareció el maldito de mi hermano y le dijo barbaridades a Neîvak. No supe el motivo pero me quedé callada, solo observando, tal vez porque no me veía con fuerzas de actuar.
Todo pasó muy rápido y de repente mi hermano lo había arrinconado y le había pegado, aún al ver eso fui incapaz de moverme. No sabía que hacer, sentí mi rostro húmedo, estaba llorando, perfecto, tenía una situación complicada ante mí y me ponía a llorar. Estaba enfadada conmigo misma pero eso no bastó para hacerme reaccionar. Entonces vi al director, no dije nada y observé como le pegaba a mi hermano, alcé una ceja al ver su cara de dolor y di un paso atrás, asustada al ver la pistola, me tapé los oídos cuando escuché el disparo y miré a todos con preocupación, por suerte mi hermano había fallado. No entendía nada ¿de donde demonios había sacado la jodida pistola?

Cuando el director me habló pegué un bote, realmente parecía una niña asustada. Miré a Dany y después al director - ¿Y qué demonios hago? - le pregunté asustada, aún así me acerqué un poco a mi hermano.

¿Qué demonios estaba pasando? Por un momento se creyó ser un elemento pasivo en aquella conversación. Buscaba su lengua viperina en alguna parte, pero su capacidad de reacción se encontraba absorbida por el alcohol. El puñetazo que le llegó a la mandíbula lo dejó descolocado por un segundo, la fuerza del impacto y su poca estabilidad hicieron que se quedase sentado encima del capó del coche que tenía detrás. Se tocó la mandíbula, a pesar de que no sentía dolor -benditas cualidades curativas del alcohol- y frunció el ceño al apartar la mano y ver sangre. La miró con apatía, ese maldito líquido viscoso en su mano le trajo el recuerdo de la sangre de su hermano en sus manos. Dejó de respirar ante el recuerdo y un acceso de pánico cruzó por sus ojos ante la visión y el recuerdo. Sacudió la cabeza, intentando enterrar esos pensamientos, al tiempo que alzaba la mirada hacia Danilo y éste sacaba una pistola apuntándole, también vio cómo el director Mercer se acercaba por detrás para noquearle.

Por un momento, rezó a pesar de ser ateo. Rezó para que le diese un tiro en el pecho y al fin poder caer muerto. Todas las drogas, todas las situaciones de riesgo en las que se metía... todo eso era por su ansia de autodestrucción. Desde el asesinato de su familia, se despreciaba a sí mismo por no haber hecho nada, pero era un sentimiento que intentaba ocultar a través de su lenguaje. Por un segundo sintió alivio al ver que finalmente alguien iba a acabar con él, y simplemente se quedó parado esperando recibir la bala. Escuchó el tiro, pero el artefacto no le alcanzó, sino a la luna del coche en el que estaba apoyado. Bajó la mirada hasta ese lugar, frustrado por el fallo de Danilo y la volvió a levantar a tiempo de ver cómo el director le noqueaba y caía al suelo. Alzó la pistola con la intención de repetir, pero no le dio tiempo a llevarlo a cabo.

Desde ese instante se quedó observando el panorama sin decir ni una palabra. Vio cómo Mercer le quitaba el arma, le reprendía y luego le ordenaba a June que se hiciese cargo de él. Su mente se hallaba en blanco, ni siquiera le dio tiempo a apartarse cuando el director se acercaba a él para examinar la herida. Levantó los ojos hacia el hombre que tenía delante, un tanto perplejo. Volvió a desviar la vista hacia June y su hermano y de nuevo a Mercer.

-Estoy bien. -"Por desgracia", añadía mentalmente mientras su voz sonaba firme e inflexible. Apartó el rostro con lentitud de las manos del director, se frotó la mandíbula y luego limpió la sangre en sus vaqueros.

Volvió a observar todo, sin saber cómo reaccionar ante lo vivido. Quería matar a Danilo, sabía que podría hacerlo. Por lo que dijo de su madre, de su hermana, de la cobardía. Pero simplemente su mente no procesaba. Se levantó del capó y, sin decir nada, comenzó a caminar otra vez, en busca de su maldito coche. Necesitaba irse de allí, sacarse el shock de encima y pensar.

No sabía el tiempo que había pasado. ¿Segundos, minutos, horas? Pero finalmente abrió los ojos, desorientado. ¿Dónde coño estaba? Se sentó sobre el asfalto y miró a su alrededor. Ah, el aparcamiento de la fiesta. Pero ¿cómo demonios había acabado así? No sentía ningún dolor de bala, así que Dany no le había disparado como había creído antes de desvanecer. ¿Le habrían golpeado a propósito, por la espalda? Eso sí era cobardía.

Ahora estaba más que enfadado. El alcohol todavía nublaba sus dispersos pensamientos, pero la mente le funcionaba de forma acelerada. Se levantó del suelo en un abrir y cerrar de ojos. Clavó la mirada en la puerta del restaurante, con una férrea determinación. Por un instante un movimiento lo distrajo, divisando a June todavía en el exterior. De repente, se sintió extremadamente furioso con ella. Y, sin pensarlo, avanzó hasta donde se encontraba ella, la tomó del codo con rudeza y la hizo avanzar hacia su coche. Sacó las llaves del Porsche, apretó el botón de apertura, escuchándose el pitido, y cuando estuvo a la altura del vehículo abrió la puerta del copiloto, lanzó a June en el interior, cerró de un portazo y se dirigió al asiento del conductor. Entró también, puso la llave en el contacto sin esperar siquiera a dejarla protestar, arrancó el coche y salió de su estacionamiento con un repentino y brusco volantazo. Condujo con violencia fuera del aparcamiento y entró directamente a la autopista, sin rumbo fijo. Aceleró con brusquedad.

-Dime qué coño ha sido todo este teatro, June. Estoy harto de vuestro dramatismo, de toda vuestra mierda, a mi costa. Explícate, McQueen, o juro que lanzo el coche por un puente contigo dentro. -Su voz se fue elevando hasta que casi gritaba por encima del rugido del motor. Pisó más el acelerador, frenético, a medida que adelantaba camiones y coches en plan kamikaze. Estaba hablando en serio.

Todo había pasado muy rápido y yo me había quedado en shock, mi mente no asimilaba. Me había quedado helada, viendo lo que pasaba como su fuera algo ajeno a mí. Estaba asustada e impresionada por lo que había sucedido, nunca había vivido una situación como esa, además un chico había herido a Neîvak, lo que solo me había asustado más. Me abracé a mí misma sin saber que hacer, sin querer pensar en lo que estaba pasando. Me había abstraído del mundo, no quería saber que estaba pasando a mí alrededor, me daba miedo mirar, por eso estaba ahí quieta con la cabeza escondida entre mis piernas.

De repente alguien me agarró, obligándome a levantarme. Miré a Neîvak asustada, no entendía porque me cogía así, intenté resistirme pero no sirvió de nada. Me lanzó dentro de su coche, me sobé el brazo que me había cogido y también el costado porque me había hecho daño al tirarme dentro del coche. Me dolía mucho, eso unido al miedo y a la frustración hacía que estuviese a punto de llorar. Lo miré medio asustada y me alejé de él, quería salir del coche pero no me dio tiempo porque enseguida el vehículo estaba en marcha - Neîvak para - susurré casi llorando.

Me encogí en el asiento cuando empezó a gritarme, las lágrimas comenzaron a recorrer mi rostro y lo miré muy asustada - Yo no he hecho nada, no tengo nada que ver con lo que ha pasado, ahora para por favor para - dije llorando. Estaba demasiado asustada, nunca lo había visto así - Neî por favor, te prometo que no sé que ha pasado ahí - dije mirándolo fijamente e intentando limpiarme las lágrimas. Ya estaba hasta temblando, quería pensar que él era incapaz de hacerme algo así pero no podía evitar tener miedo.

Su verdadero yo se encontraba ahogado en el mar, mientras que su alterego emergía a la superficie. Era una sensación agobiante, le impedía respirar con normalidad. Sus pulmones resollaban como si se hubiese fumado un paquete de tabaco en una hora; el sumergido empezaba a agobiarse mientras el emergido respiraba con libertad. Detestaba que le sucediese aquello cuando perdía los nervios. Su mente estaba desviándose del norte para dirigirse al sur...

Y el caos de su cabeza se transmitía bien en su forma de conducir. Todavía no era demasiado tarde, así que muchos coches se dirigían a casa mientras que los camiones aprovechaban la calma de las carreteras nocturnas para quitarse trayecto de encima. En un momento de lucidez, Neîvak miró el indicador del cuentakilómetros y no se sorprendió de estar rebasando los 180km/hora... Ese maldito coche lo adoraba, corría como un bólido. En ese instante comenzó a darse cuenta de que su yo había vuelto, más calmado aunque igual de furioso por la situación. Aun así, no quitó el pie del acelerador y esquivaba coches y camiones como si fuese una partida de damas.

La voz asustada de June le devolvió a la realidad, sacándolo de su embrollo mental. Sonaba terriblemente asustada. Y seguramente él mismo fuese le motivo; al principio, en esos ataques, su hermana reaccionaba igual, pero con el tiempo había aprendido a manejar la situación con él. Pero June no le conocía, muchas cosas habían cambiado. Miró a su alrededor: se encontraban conduciendo por Longfellow Bridge. Redujo a 120km/hora ante la petición de June -y su demás parloteo nervioso- y en cuanto salieron del puente salió del carril de aceleración para luego meterse bruscamente a la cuneta de la derecha de la autopista. Varios coches pitaron y tuvieron que dar volantazos al pasar Neîvak sin señalizar la maniobra.

Sin mirarla, con las manos todavía aferradas con fuerza al volante y la vista al frente, intentó ordenar su hilo mental. Casi lo estaba consiguiendo... Miró por su ventanilla y se pasó una mano por el pelo de forma ansiosa. ¿Qué había pretendido arrastrando a June hasta su coche? ¿De verdad iba a tirarla por el puente, tan loco estaba? No se atrevió a mirarla. No sabía si realmente creía que June tuviese algo que ver en todo aquello, como había pensado al principio, pero todo sucedió tan rápido que... no había encontrado en ese momento una explicación más lógica. Por eso, en el fondo la creyó.

Sabía que si soltaba las manos del volante, éstas le temblarían; ya notaba las piernas bastante débiles, después de pensar horrorizado lo que había estado a punto de hacer. Tragó saliva con ruidosa dificultad, con la mirada clavada en el mismo sitio de antes.

-Sí... de acuerdo. -Murmuró con la garganta seca. ¿Tan mal estaba? ¿Se había tomado su medicación esa mañana? Oh, mierda...- ¿Te llevo de vuelta al restaurante? Sí, sí... eso está mejor. -Pensó en voz alta, con cierto nerviosismo, mientras el coche rugía a la vida de nuevo.

Salió del arcén y se incorporó al tráfico, esperando una rotonda o un cambio de sentido donde poder dar la vuelta.

Estaba temblando y llorando, ahí encogida en el asiento, iba deprisa, demasiado deprisa, tenía miedo de que tuviésemos un accidente. Temía por nuestra vidas, nunca me había encontrado en una situación en la que temiese por mi vida y lo único que se me ocurría era llorar y pedirle que parase. El Neîvak que estaba viendo no era el que yo conocía y eso solo conseguía aterrarme cada vez. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué me trataba tan mal? No podía evitar preguntar todo eso mientras le suplicaba que parase, estaba demasiado asustada, me sentía débil, como una niña.

Pero poco a poco la velocidad disminuyó, me permití mirarlo con una ceja alzada, no entendía nada pero agradecía que ya no fuese tan rápido. Entonces de repente se salió de la carretera, mi corazón iba demasiado rápido, ya no estaba llorando, ahora solo temblaba un poco y sudaba. Me quedé paralizada mientras le observaba, estaba mal, muy mal, se me fue un poco el miedo y lo miré con preocupación, fui a tocarle pero me detuve al pensar que él no querría ningún tipo de contacto conmigo.

No estaba muy segura de lo que había pasado, Neîvak había pensado en matarme pero ahora estaba ahí quieto ¿qué demonios estaba pasando? Estaba demasiado confusa, suspiré y me aparté el pelo del rostro, lo estaba mirando fijamente sin saber que decir. Me dolía pensar lo que él había estado a punto de hacer pero aún así no lo odiaba, estaba demasiado confundida para sentir algo como eso, además sabía que nunca sería capaz de odiarle. Pero aún así me daba miedo, cosa normal después de la situación que acababa de vivir.

Me quedé bloqueada al oírlo hablar, no reaccioné hasta que ya estábamos en la carretera ¿volver al restaurante? yo no quería eso - No, no quiero volver - le pedí mientras lo miraba fijamente - Por favor, Neî no me lleves ahí - le supliqué. No quería regresar, no sabía el motivo pero quería estar con él, tal vez era masoquista o tal vez... no, no quería pensar en eso.

"¡Eres un completo idiota! ¡Un idiota rematado! ¿En qué coño estabas pensando, Neîkherst? ¡¿En qué?!", se gritaba a sí mismo mentalmente. Continuó insultándose y mascullando barbaridades en su cabeza, reprendiéndose. ¿Cómo se le había podido pinzar tanto? ¿Qué diantres había estado rumiando para acabar así? June podría acusarle de intento de agresión y de secuestro; no podría culparla de menos. Con mano vacilante, separó una del volante para echarse nuevamente el pelo hacia atrás, revolviéndoselo, para dejarla nuevamente donde antes estaba.

Todavía tenía los nervios a flor de piel. Se sentía como si acabase de hacer la maratón de Nueva York sin haberse entrenado previamente o como un potro recién nacido al que le costaba ponerse en pie. Le dieron ganas de golpearse la frente repetidas veces contra el mango del volante, pero resistió el impulso. Una señal le indicó que había un cambio de sentido cinco kilómetros hacia el norte, así que pisó el acelerador, poniendo el coche a 145km/hora para salvar cuanto antes la distancia.

Notaba la mirada de June sobre él, pero no la miraría. Estaba avergonzado, nervioso y horrorizado de sí mismo. Y si, conociéndose a sí mismo, se encontraba así, no quería ni hacerse a la idea de cómo se hallaba June al respecto. Ni quería saber la respuesta, prefería mantenerse ignorante. "Pero ella quería alejarse de ti a toda costa, ahí tiene un gran motivo para hacerlo", intentó alentarse a sí mismo, buscando el lado positivo de la situación.

Cuando la escuchó hablar le dio un vuelco al corazón. ¿Que no quería volver? ¿No quería que la llevase al restaurante? Por un momento creyó... "¡Oh, vamos, Anjähsson! ¿En serio? ¿Después de esto crees que por remota casualidad quiere quedarse? La has espantado, seguramente quiera meterse bajo las sábanas y no verte nunca", musitó en su cerebro su parte autodestructiva, la que le hacía ver la realidad de las cosas -más bien la realidad que él quería ver-... Sacudió la cabeza y se mordisqueó los labios, siendo consciente del sabor metálico de la sangre en su boca...

-De acuerdo, de acuerdo. -Volvió a repetir mientras asentía varias veces con la cabeza enérgicamente, como un autómata-. A tu departamento. Quieres ir... a tu departamento. -Ni siquiera se estaba percatando de que pensaba en voz alta; ahora mismo estaba trastornado por su forma de actuar, por su deje, por su olvido... por todo.

Vio otra señal a dos metros que rezaba la última oportunidad para entrar a la zona suroeste de Cambridge, donde se encontraba la universidad de Harvard y por consiguiente los departamentos. Antes de que se saltase la salida, giró bruscamente hacia ella y consiguió meterse, llevándose de regalo varios bocinazos de un coche que había tenido que frenar en seco por su intrusión en el carril.

En un momento la fiesta era todo un éxito y al siguiente Dany y Neîvak empiezan a pegarse. Me quedo paralizada por un instante, sin saber qué hacer, o como reaccionar. Por suerte había gente que sí, sabía lo que hacer en este tipo de casos. Se me revuelve el estómago ante la visión de la sangre. Hasta que todo se arregla y vuelve a un estado de medio normalidad, aunque por lo visto nadie parece por la labor de seguir con la fiesta. June Y Neîvak desaparecen vete tu a saber dónde y Lex, parece que va seguir el mismo camino. Recojo mi bolso y camino ligeramente tambaleante tras él. -Mierda.- Maldigo entre dientes "Creo que el alcohol me ha afectado más de la cuenta." -¡Espera Lex!- Lo detengo maldiciendo internamente no haberme puesto unas sandalias atadas al tobillo. -¿Podrías llevarme? ... no creo que este en condiciones de conducir en estos momentos.- Le dirijo una sonrisa coqueta. Ningún hombre en su sano juicio dejaría a una chica como yo en tierra.

Aún seguía un poco asustada pero la confusión y la agitación estaban ganando. Mi corazón latía a gran velocidad por la situación en la que me encontraba, todo lo que había pasado más la situación en la que me encontraba en el coche me había exaltado mucho. Tuve un pequeño escalofrío y me abracé a mí misma, no me encontraba bien, mi mente no estaba para lúcida, habían sucedido demasiadas cosas, las cuales quería olvidar. Por mi cabeza no paraban de pasar las imágenes de mi hermano disparando, las de ese chico haciendo lo mismo y las de Neîvak actuando como un loco desquiciado. En mi cabeza aún retumbaban sus palabras amenazándome. Me encogí sobre mí misma, abrazándome con más fuerza, cada vez que pensaba en eso empezaba a temblar.

Lo observé de reojo mientras decía que me llevaría a mi departamento, estaba actuando de una forma muy extraña, no entendía nada, todo eso solo lograba confundirme y asustarme cada vez. Ya no actuaba como un loco que quería matarme, ahora parecía nervioso. Ladeé ligeramente la cabeza observándolo con atención, el chico que tenía ante mí ya no me daba miedo pero cuando lo miraba aún recordaba lo que acababa de pasar. No pude evitar morderme el labio, estaba vez me callé y no protesté, tal vez lo mejor era ir a mi departamento pero no quería que las cosas se quedasen así, necesitaba respuestas, saber que le pasaba y el motivo por el que me había tratado tan mal - Neîvak, no entiendo nada - susurré mientras miraba al suelo con miedo de que mi voz hiciera que enloqueciera de nuevo.
De repente volvió a girar de forma brusca, eso me volvió a alterar y me quedé mirando al frente sin saber que hacer o decir. Estaba nerviosa por toda esa situación además de asustada y confusa. Me pellizqué el brazo a ver si así reaccionaba de alguna forma, eso solo me quito un poco de bloqueo mental, me froté el brazo y me revolví el pelo.

Demonios, demonios, demonios... Debes controlarte mejor o acabarás en un centro psiquiátrico, se repitió el mantra mil veces para hacerse entrar en razón. Ahora, una vez la tensión del anterior momento en el aparcamiento se había disuelto, se encontraba con la mente lo más despejada posible a pesar del alcohol. La borrachera casi se le había bajado ante lo vivido, pero todavía hacía que en la periferia de su visión las siluetas se diluyesen unas con otras haciéndolo todo algo confuso. Pero centraba su mirada en la carretera. Ahora que se había metido por una estatal, se había visto en la obligación de reducir la velocidad a una más prudente -pero mucho menos satisfactoria para su desahogo- si no quería provocar un accidente serio. Miró el cuentakilómetros con frustración, el cual sólo marcaba 80km/hora. A esa velocidad el viaje de vuelta a los departamentos iba a ser dolorosamente largo. Quería reducir el tiempo con June al máximo posible, no sabía si se encontraba estable emocionalmente como para... saber que se comportaría correctamente.

El tráfico no era tan fluido como en la autopista. Un stop repleto de coches le hizo frenar. Tamborileaba los dedos contra el volante con nerviosismo, deseoso de pisar el acelerador y buscar un entretenimiento. Miró fijamente al semáforo en rojo, casi rezando para que cambiase a verde. Estaba claro que miraba al frente porque no quería verla a ella. Sabía de antemano que su expresión sería de horror y miedo. No sabía si estaba preparado para ver tal cosa en los ojos de la persona a la que... joder, amaba. Intentaba por todos los medios cambiar sus sentimientos, odiarla tanto para que no le importase nada... Pero no podía cambiar todo así, del día a la mañana. Pero desde su encuentro en el jardín sabía que se había enamorado de una utopía. Ella había cambiado, él también; era imposible que el amor resurgiese.

Escuchó a June hablar. Reprimió una maldición. ¡Joder! ¿Por qué no se pone en verde? ¡Maldita sea, gritaba en su fuero interio, mirando el semáforo con ansiedad. Pero seguía en rojo y no podía simplemente ignorarla. Un pulso en su interior le empujaba a darle explicaciones, como si... fuese su novia, cosa que había dejado de ser hacía tres años. En ese momento se dio cuenta de que había cerrado los ojos con fuerza, contando mentalmente de 10 a 0 para relajarse. Los abrió y miró brevemente a June para alzar la mirada al frente.

-Lo siento. -Musitó, sin saber muy bien por qué se disculpaba. Seguramente por todo-. No quería decir lo que te dije, lo de arrojarte por el puente... Simplemente fue que... -¿Qué iba a decir? ¿Que por un momento había perdido el control sobre sí mismo? No podía explicarle sus problemas ahora, eso haría que ella estuviese más asustada; él no quería ser la fuente de ese miedo-. No sé lo que fue. Los nervios por lo del tiro y todo eso. -Justificó con poca convicción.

¡Semáforo verde! Pisó el acelerador de nuevo, pero pronto vio que más adelante había otro en rojo. Joder. Exasperado, giró por una bocacalle a la derecha que guiaba hacia un parque. Sentía que, a pesar de todo, tendría que hablar con ella, darle un par de excusas que justificasen su indebido comportamiento. Así que aparcó frente al parque, sacó su paquete de tabaco y se encendió un cigarro, bajando la ventanilla. Buscó un motivo por el que haber aparcado.

-En la fiesta dijiste que querías hablar.